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Inextenso (panbolivia.com) marzo 23 de 2021, La Paz.- Una entrevista realizada en HORA 25 al escritor chileno Cástulo Martínez (2010), publicó que “La información encontrada en libros coloniales y en datos oficiales del Archivo de Indias reveló que Chile nunca tuvo derecho legítimo a los territorios marítimos disputados”.
Cuando este 2021 se cumple 142 años de la invasión chilena al Litoral Boliviano, financiada y apoyada por los ingleses en 1879, entretanto la comunidad internacional ve impávida el despojo que hasta la fecha no se hace justicia y tampoco se reconoce el derecho de salida al Mar de Bolivia y ante eso el gobierno actual muestra una diplomacia «pobre», ya que la misma es improvisada.
Chile no es un buen vecino en Sudamérica y durante la historia tuvo muchos problemas con Argentina, Perú y Chile, vecinos por naturaleza, pero que es un país que no le interesa la buena amistad entre los pueblos y por el contrario esta en constante apronte.
La investigación hecha por Martínez puso en tierra el infundio presentado en la historiografía oficial chilena de que Bolivia nunca tuvo mar.
El libro “El Mar de Bolivia”, ofrece a Bolivia una defensa muy bien documentada sobre nuestro derecho al Mar, ahora recordamos las partes sobresalientes de esa entrevista, que por supuesto en Chile prefieren no leerlo.
Martínez afirma que “En los textos escolares se nos enseña a creer que Chile se vio obligado a entrar en guerra contra Bolivia porque este país rompió el Tratado de 1874 al imponer un impuesto de 10 centavos al quintal de salitre que explotaba la Compañía de Salitres de Antofagasta, de propiedad chilena, aunque los principales accionistas eran ingleses y norteamericanos.
Los chilenos tenían pocas acciones, aunque mucha influencia, ya que la mayoría de ellos eran funcionarios de Gobierno. También se enseña que las autoridades bolivianas cometían muchos abusos contra los chilenos residentes en Antofagasta y en el año 1983, tras la publicación del libro del ex presidente Pinochet, “Geopolítica de Chile”, se necesitaba una investigación documentada para sustentar estos conceptos. Con el desarrollo del trabajo, descubro que esas enseñanzas eran falsas y que Bolivia tenía derecho al Mar”.
DESCUBRIMIENTO
El investigador anunció que descubrió que “Para mi sorpresa, lo que descubrí era totalmente opuesto a lo que se nos enseña en las escuelas. La información encontrada en libros coloniales y en datos oficiales del Archivo de Indias me indicó que Chile nunca tuvo derecho legítimo a los territorios disputados, que fueron motivo de tres tratados de límites con Bolivia. Por ejemplo, por los escritos del jesuita chileno Alonso de Ovalle–así como de otros antiguos cronistas–aprendí que el Chile colonial terminaba por el norte a la altura de Taltal.
De ahí que Chile no tenía jurisdicción ni soberanía sobre el territorio que abarca Antofagasta, Mejillones, Cobija y Tocopilla. ¿Cómo fue, entonces, que Bolivia y Chile entraron en un Tratado de Límites en 1866 sobre un territorio que, según datos oficiales e históricos, sólo pertenecía a Bolivia?
El resultado de una escrupulosa investigación de los entretelones de la gestación del primer tratado de límites es desalentador para las pretensiones chilenas. La ineludible conclusión es que, en las palabras de Sir Clement R. Markham, los derechos alegados por Chile hasta el paralelo 23 no eran más que «una reclamación injustificada”.
NO SON MENTIRAS
Agrega que en su momento “Reaccionaron con preocupación pero yo tuve que decirlo, soy un hombre apegado a la verdad, y no tiene objeto escribir para mentir.
El hecho es que por más que busqué en las diversas obras chilenas que tratan las causas de la Guerra del Pacífico, no pude encontrar ningún fundamento histórico para fijar la frontera chilena en el paralelo 23 (a la altura de la Bahía de Mejillones).
Considerando que el límite norte de Chile era el río Paposo, situado en el paralelo 25, grado 32, la ley del 31 de octubre de 1842 nació viciada. Un país no puede legislar sobre territorio ajeno. El presidente de Chile en ese año era don Manuel Bulnes, y sus asesores políticos seguramente sabían que los reyes españoles habían dictaminado que el límite norte de Chile terminaba en el paralelo 25, de modo que las guaneras de Atacama quedaban lejos del territorio chileno.
Esa ley, por lo tanto, es un buen ejemplo de lo que el historiador chileno Francisco A. Encina describe con tanta gracia como “el espíritu expansionista” de los chilenos. Más aun, el 28 de septiembre de 1872, el gobierno de Chile reconoció, por intermedio de su ministro de Relaciones Exteriores, señor Adolfo Ibáñez, que Tarapacá pertenecía a Bolivia. En efecto, al contestar varias preguntas que le había hecho el diputado Cruchaga, el ministro Ibáñez declaró ante la Cámara de Diputados, en parte, la siguiente frase que recogemos de los archivos oficiales:
“La primera de las preguntas que contiene la interpelación debe más bien dirigirse al gobierno de Bolivia que al de Chile, porque correspondiendo al primero la soberanía del territorio donde está situado el puerto de Antofagasta, es a ese gobierno a quien conviene dar las garantías de permanencia y estabilidad que se pretenden”.
LAS RAZONES PARA USURPAR
El escritor en la pregunta del por qué Chile usurpó Antofagasta, si sabía que era boliviana “Una razón quizás pudo haber sido que en aquella época Chile tenía un estado financiero alarmante.
El efecto, la Memoria del Ministerio de Hacienda presentada al congreso chileno el 15 de julio de 1878 por don Augusto Matta, revela la pésima situación de la Hacienda Pública de ese año. Pero no había que alarmarse porque, como lo decía el mismo: “nuevas fuentes de producción se abrían al espíritu emprendedor de sus compatriotas en el norte de Chile con las salitreras del desierto”.
Más adelante, dice; Chile llegaba por el norte sólo hasta Copiapó, ¿a qué salitreras se refería el ministro Matta? Es evidente que a las riquezas del litoral boliviano. Y así fue como esa intención se implementó mediante la ley dictada por el congreso chileno el 31 de octubre de 1842. Además, hay que añadir la fuerte, aunque sutil, influencia de poderosos intereses ingleses que se movían entre bastidores, pisoteando barreras ideológicas y económicas para tener acceso y control de las salitreras bolivianas y peruanas.
Después de todo, fueron los ingleses quienes usufructuaron finalmente de las riquezas salitreras mediante poderosas empresas como The Nitrate Railways Co. Ltd., The Bank of Tarapacá & London, The Anglo Chilean Nitrate and Railways Co., y otras después de la Guerra del Pacífico.
TERRITORIO MARÍTIMO CON EL CUAL NACIÓ ORIGINALMENTE CHILE
Efectivamente en este libro, el más fehaciente de la historia chilena, Martínez describe de cuál el territorio original de Chile “Aunque la génesis de Chile puede haberse iniciado con las primeras capitulaciones que la reina española firmó con Francisco Pizarro y otros conquistadores, se puede decir que el nacimiento formal de Chile se gestó el 18 de abril de 1538, cuando el licenciado Pedro de La Gasca, presidente de la Real Audiencia de Lima, por orden del rey español Carlos V, otorgó a Pedro de Valdivia ‘por gobernación y conquista desde Copiapó, que está en 27 grados de altura de la línea equinoccial a la parte del sur, hasta 41 de la dicha parte.
El laureado historiador chileno, don Francisco Antonio Encina, nos informa que «el rey confirmó el nombramiento de Pedro de Valdivia en los mismos términos de La Gasca, por real cédula de 31 de marzo de 1552; y los límites de la gobernación de Nueva Extremadura o provincia de Chile fueron inicialmente: por el norte, el grado 27 que llega solo a Copiapó.
Este límite es confirmado por el Inca Garcilaso de la Vega, quién relata cómo las fuerzas guerreras del Imperio Incaico descubrieron un belicoso pueblo que habitaba al comienzo del Valle Copiapó. De la misma manera el poeta y soldado español, Alonso de Ercilla, sitúa a Chile «en altura de veinte y siete grados».
Refiriéndose a los límites de Chile colonial, el antiguo historiador español, González de Nájera, escribió: “Tiene este reino su principio en el valle y río de Copiapó, que está a grados australes de latitud veinte y siete”.
¿CÓMO ES QUE CHILE AVANZÓ HASTA EL PARALELO 25?
“Esto viene de una decisión de la monarquía española. El 1º de octubre de 1803 y el 17 de marzo de 1805, el rey español dictó respectivas cédulas reales, mediante las cuales se declaraba que en el Paposo convergían los territorios del Virreinato de Buenos Aires, Perú, y Chile. Esto significaba que el límite norte de Chile era el paralelo 25º 38′. Este dato oficial fue confirmado por el historiador chileno don Alonso de Ovalle, quien declaró: “Da principio a este reino en sus confines con el del Perú, en veinte y cinco grados, el río que llaman Salado”. Él dijo, además, que el Reino de Chile «tiene por vecino a la banda del norte, las provincias de Atacama y las ricas minas de plata de Potosí, que dan principio al Reino del Perú».
DESDE LA AUDIENCIA DE CHARCAS
El escritor chileno sostiene que “La siguiente importante información fue copiada para mí por un dilecto colaborador, directamente de la Sección V de manuscritos del Archivo General de Indias, en Sevilla, donde se coleccionan los documentos relativos a la Audiencia de Charcas, que fue lo que hoy es Bolivia:
En el Legajo Nº 24, que contiene cartas y expedientes enviados desde la Audiencia de Charcas al Rey y al Consejo Supremo de Indias, figura una carta del Doctor Juan de la Peña Salazar, oidor de la Audiencia de Santiago de Chile que había sido promovido el 22 de marzo de 1684 y dirigida al rey, la cual dice al comienzo: “Señor, doy cuenta a Vuestra Majestad de cómo habiendo desembarcado en el puerto de Cobija, cuando pasé del Reino de Chile a esta plaza…” (La frase “cuando pasé del Reino de Chile a esta plaza” prueba que el puerto de Cobija estaba fuera de la jurisdicción del Reino de Chile).
En el Legajo Nº 135, que contiene “Cartas de Arzobispos y Obispos de Charcas al Rey y al Consejo de Indias, años 1560 a 1658”, figura una carta del cura de San Pedro de Atacama la Grande, fechada el 8 de octubre de 1613, dando cuenta al Arzobispo de La Plata (Chuquisaca) de que el Corregidor de Atacama la Chica ha presentado ante él queja contra el cura de Atacama la Chica, Bartolomé Suárez de Figueroa, “porque había estado en Cobija confesando y adoctrinando a los indios del puerto más de 20 días y esto le había hecho perder más de 500 cargas de pescado que en ese período debieron coger los indios”. (Si Cobija hubiese pertenecido al Reino de Chile, el asunto habría sido elevado a la autoridad eclesiástica de Santiago, y no a la de Chuquisaca). La información contenida en esos dos legajos del Archivo de Indias no admite dudas de que el puerto de Cobija perteneció a Bolivia desde tiempos inmemoriales.
BOLIVIA SIEMPRE TUVO MAR
Prosigue “Además de todo lo señalado, el derecho de Bolivia al litoral quedó reafirmado cuando, el 28 de diciembre de 1825, el Libertador Simón Bolívar dictó un decreto que confirmaba el puerto de Cobija como integrante del territorio boliviano.
En efecto, cuando nació la República de Bolivia, el 6 de agosto de 1825*, su litoral se extendía desde el río Loa hasta el río Salado o Paposo, tal como se consigna en cédulas reales y en abundantes datos históricos. Pero carecía de puertos útiles, ya que sólo contaba con la destartalada caleta de Cobija y algunas ensenadas, todo lo cual era insuficiente. Por lo tanto, en pleno ejercicio de soberanía, el Libertador Simón Bolívar ordenó que se hiciera un reconocimiento de la costa para localizar el lugar más adecuado para la habilitación de uno o más puertos. La misión recayó en el irlandés Francisco Burdett O’Connor, quien, como resultado de su inspección, informó que el lugar más conveniente estaba en Cobija.
El decreto, en su parte pertinente, dice textualmente: “Quedará habilitado, desde el 1º de enero entrante, por puerto mayor de estas provincias, con el nombre de Puerto de La Mar, el de Cobija. Se arreglarán allí las oficinas correspondientes a la exacción y seguridad de los derechos pertenecientes a la hacienda pública. El gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, queda encargado de la ejecución de este decreto”.
Este importante decreto quedó consignado en el Anuario Legislativo (o colección de leyes y decretos) que año tras año, desde 1825, se ha venido publicando en Bolivia y, además, fue incluido por el historiador Vicente Lecuna en su obra «Documentos Referentes a la Creación de Bolivia».
DESTRUYE DE QUE BOLIVIA NUNCA TUVO MAR
Manifiesta con documentos que “Este documento echa a tierra el infundio presentado en la historiografía oficial chilena de que Bolivia nunca tuvo mar.
Simón Bolívar era escrupuloso en cuestiones de soberanía para suponer que él hubiera ocupado territorio ajeno para habilitar un puerto para Bolivia. Así que, como no era razonable dudar de la integridad del Libertador, el historiador Encina eligió la táctica de negar la existencia del mencionado decreto. Él dijo que ni él ni sus alumnos habían encontrado jamás el Decreto de Bolívar.
Que el señor Encina y sus ayudantes no hayan podido ubicar dicho decreto, puede ser posible, aunque ello implique que su investigación no fue tan concienzuda como debía haber sido; pero afirmar que don Vicente Lecuna, «máxima autoridad en la materia», tampoco lo encontró, es un caso específico de ocultación de la verdad. Por lo tanto, este decreto, además de las fuentes oficiales e históricas ya revisadas, es una evidencia conclusiva de que Bolivia nació con litoral y puertos propios en el Océano Pacífico.
OTROS DOCUMENTOS
“Bueno aquí tendría que citar leyes antiguas investigadas. La Ley 5 señala que la Audiencia de Lima «tenga por distrito la costa que hay desde la dicha ciudad hasta el reino de Chile exclusive». Originalmente cierto, pero por la fundación de Charcas, hoy Bolivia, se redujo la extensión de la Audiencia de Lima, cercenándole de su extremo sur un espacio de más de cien leguas que quedaba interpuesta entre ella y la Santiago de Chile. La antigua Audiencia de Charcas, hoy Bolivia, partía términos, según la Ley 9, «por el septentrión [norte] con la real Audiencia de Lima y provincias no descubiertas; por el mediodía [sur] con la real Audiencia de Chile; y por el Levante y Poniente con los dos mares del Norte y del Sur». Algunos califican a la Ley 9 de vaga, porque así les conviene. Pero el límite meridional de la Audiencia de Charcas está tan claramente expresado en su texto que no da lugar a dudas; confina con la de Chile por el Mediodía, y por el Poniente con el mar del sur. La ley que fundó la Audiencia de Charcas le asignó una gran parte del territorio de la Nueva Toledo.
El territorio concedido a Almagro era litoral: doscientas leguas de costa fueron las que se le otorgaron. Emancipado el Alto Perú, en 1825, Bolivia domina el antiguo territorio de Charcas sin salirse de los límites asignados al distrito de ésta, y ejerció actos soberanos sobre el suelo que se le disputó. Esta es la verdad histórica que emana de datos oficiales e históricos con respecto a los límites originales del Perú, Chile, y Bolivia.
VERSIÓN DE ESCRITORES CHILENOS
“Efectivamente, además de los datos oficiales provenientes de las cédulas reales de España y del Archivo General de Indias, otra principal fuente de información que confirma que Bolivia nació con litoral propio en el Océanos Pacífico, procede, paradójicamente, de prominentes escritores chilenos, tanto coloniales como contemporáneos. Por ejemplo, don Benjamín Subercaseaux Zañartu publicó en 1946 su libro «Chile, Tierra de Océano», que, junto con sus otras 26 obras lo calificaron para que en 1963 se le otorgara el Premio Nacional de Literatura.
Este renombrado escritor chileno reconoce que Antofagasta era territorio boliviano. En conclusión puedo afirmar que en 1563 se funda la Audiencia de Charcas, subordinada al Virreinato del Perú. Esta Audiencia comprendía la ciudad de La Plata, la ciudad de La Paz, Chucuito, el pueblo de Oropesa, la Villa Imperial de Potosí, Porco y Santiago del Estero. La costa se extendía desde Tampalla hasta el río de Copiapó, incluyendo los puertos de Tarapacá y Mejillones. La Audiencia de Charcas, hoy Bolivia, tenía acceso soberano al Océano Pacífico por la costa del desierto de Atacama que correspondía a la jurisdicción de la Provincia de Potosí” dijo.
ESTRATEGIA EXPANSIONISTA DE CHILE
Explica el perito “Hablando con franqueza, Chile nació pobre. En nuestro territorio nunca hubo depósitos de oro o plata en una cantidad que justificara una expedición, siendo estos los elementos a los cuales el género humano les atribuye tanto valor. Como riquezas naturales, Chile sólo podía exhibir la madera del sur y el cobre en un área que actualmente se conoce como Rancagua.
Esa situación desvalida continuó en Chile, sin grandes variaciones, a través del periodo colonial y más allá de las primeras décadas de vida independiente, hasta poco antes de la Guerra del Pacífico. El historiador Don Francisco A. Encina reconoce que «la Colonia (chilena) nació muy pobre, casi indigente. Chile fue el pordiosero colonial, y la misma fama debió acompañarle hasta 1883». Hasta ahí las palabras del señor Encina. Ese año, Chile dictó una Ley que fue el principio en su estrategia de crecer a costa de sus dos vecinos: Bolivia y Perú”.
PROTESTA BOLIVIANA EN LA ÉPOCA
Precisa que al “Al imponerse de la ley promulgada por el gobierno chileno, Bolivia protestó enérgicamente contra dicha ley que declaraba propiedad chilena las guaneras de Atacama, y envió al abogado Casimiro Olañeta a Santiago de Chile, con la misión de reclamar los derechos de Bolivia sobre el territorio comprendido entre los paralelos 26 y 23. El Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, don Ramón Luis Irarrázabal, le contestó que “no estaba en las facultades del Poder Ejecutivo alterar las leyes dictadas por el Congreso”. Y fueron inútiles los afanes del señor Olañeta por hacer prevalecer la voz de la razón. La posición chilena se mantuvo impertérrita. Después de una serie de conflictos y roces de autoridad en el territorio en disputa, Bolivia envió en octubre de 1847 a don Joaquín Aguirre a Santiago de Chile a reclamar por sus derechos territoriales. Pero la misión de este segundo enviado del gobierno de Bolivia tampoco tuvo éxito”.
EL SALITRE Y LA INVASIÓN
Bueno, es que la cuestión limítrofe entre ambos países llevaba más de treinta años, desde el 31 de octubre de 1842, fecha en que el gobierno de Chile decretó que el país limitaba al norte con el paralelo 23. Como ambos países reclamaban derechos territoriales sobre la zona en disputa, los contratistas que deseaban explotar el salitre no sabían con certeza con cuál gobierno debían tratar. Así se dio el caso que el chileno Matías Torres, que residía en el puerto boliviano de Cobija, pidió y obtuvo licencia del gobierno de Chile para explotar unas guaneras ubicadas al sur de Mejillones.
Pero las autoridades bolivianas ya habían otorgado la misma covadera al ciudadano brasileño Pedro López Gama, así que éste entabló juicio contra su rival chileno, demandando daños y perjuicios. Como resultado, las autoridades judiciales de Cobija hicieron apresar a Matías Torres y lo sometieron a proceso, con la consiguiente confiscación y remate de la casa que tenía en Cobija.
La reacción de Chile no se hizo esperar. Dos barcos de guerra al mando del capitán Juan Williams Rebolledo llegaron al área de Mejillones para defender los intereses del ciudadano chileno Torres. Después, como se sabe, Bolivia le declaró la Guerra a Chile y todo culminó en violencia.
¿ACASO NUNCA SE NOS HARÁ JUSTICIA?
Martínez en esa ocasión manifestó que sobre la pregunta que “La causa de que todavía no se haya podido llegar a una solución que permita a Bolivia contar con un puerto en el litoral chileno, puede deberse a un conjunto de factores que han estado jugando en contra de los intereses de ambos pueblos. Tanto dentro de Chile como dentro de Bolivia hay grupos nacionalistas a ultranza que no están dispuestos a flexibilizar sus posturas en bien de un acuerdo mínimo, pero práctico.
Durante el gobierno militar chileno, ambos países estuvieron en un tris de resolver el asunto de la demanda marítima boliviana. Pero se frustró porque Bolivia no aceptó el canje de territorio, y porque el Perú sencillamente entorpeció la negociación acogiéndose al derecho que tiene de votar sí o no en un caso en que Chile quiera ceder a Bolivia territorio que antes fue peruano.
Bolivia podría entrar por el extremo norte de Chile, como lo propuso el gobierno militar chileno, pero sin exigir soberanía. Negociaciones aterrizadas entre las autoridades chilenas y bolivianas, que contemplen los intereses de ambas naciones, podrían conducir a un arriendo de terreno de paso y litoral. En ese caso, Perú no tendría injerencia en el asunto, ya que en términos simples se trataría de un arrendamiento de tránsito, terreno y mar. Y Bolivia disfrutaría de los beneficios que le otorgaría la porción de litoral arrendado.
En todo caso, esta idea de un arrendamiento de litoral es sólo un atajo para llegar a la meta anhelada. Por supuesto, hay otras alternativas legítimas que se pueden considerar. Una de ellas, por ejemplo, es incluir en las conversaciones con Chile elementos energéticos como argumentos de negociación, lo que podría inclinar la balanza en favor de Bolivia. El insigne profesor, escritor y abogado chileno, don Carlos Vicuña Fuentes, expresó lo siguiente respecto a la demanda marítima boliviana:
«En cuanto a Bolivia, el problema es más hondo todavía, porque es vital; no puede ella sobrevivir enclaustrada, fuera del acceso a la vía libre del mar […]. su salida al mar tendrá que ser forzosamente una ineludible aspiración nacional y un eterno problema internacional, en cuya finalidad no podrá haber desacuerdo entre sus hombres. Lo habrá sí en cuanto al modo de solucionarlo […], pero los hombres que representan el sentimiento profundo y permanente de la nación, buscarán necesariamente una salida por el territorio de Chile, que tiene en su poder todo el antiguo litoral de Bolivia».
Pareciera que el modus operandi más práctico, y con más posibilidades de éxito, para que se resuelva el eterno enclaustramiento de Bolivia, sería que este país utilizara sus recursos energéticos, acuíferos y minerales como elementos de negociación para llegar a un acuerdo que contemple los intereses de ambas partes. Estos recursos bien podrían llegar a incentivar a las autoridades chilenas para que se allanen a estudiar la posibilidad de que Bolivia vuelva a salir al Océano Pacífico en forma soberana.
La respuesta a estas dos necesidades –un puerto útil y propio para Bolivia, y una solución para la angustiosa situación de la zona norte de Chile — se halla en la extraordinaria potencialidad de los recursos naturales de Bolivia que, negociados con sabiduría y con los pies bien puestos en la tierra, puede ser la llave para solucionar estas dos necesidades.
Concluyó la entrevista al autor, manifestando que el propósito del libro no era abrir más las heridas dejadas por la “Guerra del Pacífico”, una guerra terrible, tal como son las guerras entre hermanos, sino ayudar a cicatrizarlas. Y sólo cicatrizarán cuando Bolivia tenga una salida soberana al Océano Pacífico. En vano nos adormecemos con la errónea idea de que a Bolivia nada le debemos. Le debemos un puerto. (rc/md/bs)